1/4/13

Acariciar tu piel, desenvolverme en ese ritual tan antiguo como la piel misma y perderme. Mirar tus ojos, oscuros como la noche y temblar bajo el miedo y la fascinación, escuchando lo que ellos tienen para decirme. Y oír el latido de tu corazón, tan marchito y olvidado, como ese cigarrillo que espera en un cenizero, esperando que alguna boca lo rescate de su profunda soledad. Y me pierdo mil y una veces en vos, en tu esencia, en tu ser. Saber que jamás llegues a sentir lo mismo es tan apetecible como la muerte misma, tan atrayente como el resbalarse de un precipicio. Seguir jugando con tu pelo, con tu aroma y olvidarme de todo, parece ser, un buen remedio, para mi dolor.

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