25/6/12

Pensando, terminé deteniéndome en el medio de la calle. Miraba hacia el piso, pero no veía. Ese sentimiento de tristeza rondaba en mí hace dos días, era algo que no me dejaba en paz. Le rogaba a mi corazón y a mi mente que se callaran y me dejaran hablar. Después de unos minutos de reflexión, decidí escapar de la lluvia y entrar a un bar.
 Pedí un café a la simpática camarera y cuando esta se retiró, miré por la ventana. A la gente parecía no importarle que se le mojara la ropa o que su casa se inunde debido a la fuerte tormenta. Ellos sólo sonreían y caminaban juntos, disfrutando del fin de semana.
 Soledad me llamo y la verdad es que nunca encontré un nombre que vaya mejor conmigo. Nunca nadie me acompañaba, estaba conmigo misma todo el tiempo. Tenía amigos, o algo parecido a eso, pero no me comprendían en la mayoría de las situaciones. La mayoría no suele entenderme. Pero no era algo que me afecte demasiado.
Apoyé angustiada el codo en la mesa. Me sentía tan lejos de ser alguien común. No diría que soy rara, simplemente diferente, pero en el sentido malo, esa diferencia que no le cae bien a los demás.
 Luego de una corta espera, me trajeron mi pedido y la cuenta. De repente sentí que me ahogaba alli dentro, así que lo tome rápidamente y pagué.
 Me dirigí hacia el exterior y contemplé el cielo, sin importar que las gotas me empaparan la cara. Ultimamente nada me importaba, había perdido a la única persoa con la que tube alguna especia de conexión alguna vez.
 Suspiré y continué mi marcha.


2010

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