Ella, apuró su ritmo hacia su destino.
Al llegar ambos pararon en su esquina.
Él miró su celular.
Ella su reloj.
Ambos marcaban las 12.
Él fijó su mirada a la otra punta de la cuadra, ella, también.
Y sus miradas se encontraron.
Ansioso, decidió comenzó a acercarse a su punto de encuentro, con la mente indecisa y sin preocuparse por su alrededor.
Decidida pero confundida, ella hizo su parte del trayecto, saludando a conocido que se le cruzara en el camino.
Y entonces ambos extremos se encontraron.
La miró lentamente, analizándola; a pesar de que ya no se veía, no había cambiado, su belleza y pequeñez seguían allí, en donde los había dejado. Eso lo puso peor.
Lo miró directamente a sus ojos, sabiendo que el tampoco había cambiado nada, simplemente era más alto aún y su cara estaba llena de preocupaciones. Eso le dió miedo.
¿Cómo empezar a hablar? ¿Y qué decir?
Y entonces los dos tomaron aire, decididos:
"Hola" dijeron al mismo tiempo. Y se sonrieron
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