1/6/12

Allí ella se sentó, como siempre, en su banco. Las hojas caían, la gente reía, pero no escuchaba más que silencio. Aquel pacífico silencio, tan vacío, tan lleno, tan calmo, tan perturbador.
Cerró los ojos y todo pudo ver: los niños corriendo en el jardín, las flores abriéndose, saludándola.
Y pudo sentir su mano, cálida como sol de verano, junto a la suya. No necesitaba más.
Un minuto más se quedó contemplando aquel paisaje. Suspiró y abrió los ojos.
Todo seguía igual.
Y ahora el silencio abrumaba, ahogaba. Ahora era ruido.
Y ella, se estaba quedando sorda.

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